No me entendáis mal, también me gusta formar parte de un buen dragón de vez en cuando pero disfruto mucho de mis escapadas en solitario.
Salgo del parking y enfilo la calle que desemboca en el río negro de asfalto que serpentea ante mi. Navego sobre mi nave de acero siguiendo la corriente del tráfico, mi mente se centra en la conducción y poco a poco se olvida de los problemas cotidianos, así es como me sumerjo en una travesía que me evade y me lleva a carreteras solitarias y reviradas.
Solo los que han disfrutado de montar en moto conocen las sensación de libertad que esto produce, los sonidos del motor y del aire se unen para formar una especie de melodía que acompaña todo el camino. Es en esos momentos de soledad cuando mas disfruto de mi maquina y no hay nada mejor que acabar una ruta en algún punto de encuentro con amigos, porque la soledad de montar en moto es bonita, pero no tanto como compartir abrazos con los compañeros que no veo tan a menudo como me gustaría.
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